lunes, 25 de febrero de 2013





Hola.
Estuve esperándola quince minutos en una calle vacía. 
Sólo algunas parejas de diferentes edades se paseaban por allí en los quince minutos que estuve en esa calle pasando frío. Una chica en bicicleta con un suéter negro de lentejuelas pasaba por allí, como despistada. 
Ayer estuve con Lorena, era domingo por la tarde. Los domingos por la tarde suelen ser aburridos aunque estemos en la casa del amor. En el vientre materno, calentitos M y yo. Él se fue a partir almendras a casa de su madre, yo estuve hablando con Lorena acerca del vuelo de las moscas. Ella me habló de la idea de recorrido. Yo le contaba que ese mismo día había estado mirando el vuelo de una mosca que había entrado en casa. Anteriormente, no solía comentar ese tipo de pensamientos. Pero porque ayer lo había observado con detenimiento, me aventuré a decirlo en voz alta. La mosca volaba, se mantenía en un punto fijo, después cuando continuaba su vuelo era para formar una especie de campo tridimensional en el aire. Yo pensé que sería interesante poder hacer visible ese trazo. Una figura perfecta figura geométrica extraña. Utilizar una mosca y otro elemento, como una luz liviana, fosforescente que se le pudiera añadir a la mosca y entonces hacer ver a otros su mágica trayectoria.
A veces no me sale la palabra adecuada, y es porque es tan fácil y tan directa que mi mente la esquiva, y me dice ella misma, "no, no..." y la oculta tras un tupido velo de terciopelo negro. Pero es que "sí, sí!"
Tanto animales como vegetales.
  Si finalmente, vamos en marzo a Oslo haré un dibujo a cuatro patas.
Tengo que beber más agua.